domingo, 4 de septiembre de 2011

CASTILLA PARA ISABEL – Jean Plaidy

Jean Plaidy es el pseudónimo de Eleanor Alice Burford Hibbert, prolífera escritora de novelas que comenzó en la profesión a temprana edad. Según la temática del libro usaba diferentes seudónimos; hoy, al comentar una de sus novelas históricas la llamamos Plaidy.
“Castilla para Isabel” es la primera novela de una serie de tres destinadas a los reyes católicos y narra la infancia y adolescencia de Isabel de castilla, hija de Juan II de Castilla y de su segunda mujer  Isabel de Portugal.  Lo presentado en el libro no es ni más ni menos que la biografía de Isabel desde sus primeros años de vida hasta que logra casarse con Fernando de Aragón. Semejante historia de intrigas, promesas, amoríos, arreglos políticos y demás, alcanza para no poner en acción la imaginación del relator pues la propia realidad (o lo que se sabe de ella) llena de opulencia cualquier cuento. Sin embargo, debo confesar que encontré una pluma bien puesta al servicio de una narración prolija, de lenguaje rico y variado, con diálogos bien administrados y descripciones que siempre aportaron antes que restar.
En lo personal, pude transportarme fácilmente a cada uno de los espacios presentados, a las sensaciones vividas en primera persona por Isabel, siempre preparándose para ser reina contra todas las chances, siempre esperando a su primer prometido Fernando. Por lo demás, pude conocer e investigar algún que otro personaje jugoso de la historia, por ejemplo “la Beltraneja”  (http://es.wikipedia.org/wiki/Juana_la_Beltraneja) y ni hablar del hecho de cómo lograron casarse Isabel y Fernando: sí, esos mismos que uno a la distancia conoció como los Reyes Católicos y sus hazañas (andanzas) para con América, la inquisición, etc.  Hasta me permití reflexionar en las vidas de todas estas personas como piezas de ajedrez de la lucha por el poder. Al fin y al cabo, apostaría que muchos de ellos para sus adentros y otros bien explícitamente -en referencia a cualquiera de las monarquías de Europa- bien hubiesen querido el confort de no tener que gobernar.
Como la historia llega hasta la instancia del casamiento, no entra en el futuro polémico de la paridad de poderes entre ambos reyes, la forma de gobernar o las decisiones de un reinado que trascendió sin lugar a dudas y que generó una dinastía opulenta, poderosa y hasta imperial. De todas formas, siempre que se cuenta algo relacionado a fuentes históricas se debe optar por alguna de las versiones y nuestra autora eligió a mi gusto más que bien por ejemplo, el relato de la muerte de Alfonso, hermano de Isabel.
Finalmente, usando el libro como inspirador en cuanto a la bondad religiosa expresada en las acciones de la futura reina, indagué un poco más en la vida “católica” de Isabel y el establecimiento de la inquisición. Institución que si bien llegó a América, no lo hizo con la fuerza con que actuó en Europa. En ese sentido, encontré una serie de argumentos y contra argumentos muy interesantes sobre la postura real de los reyes sobre el rol que debía jugar esta institución que, en apariencia no fue la forma en que actuó realmente.  Comparto alguna fuente como disparadora: http://www.webislam.com/default.asp?idt=7445

“- Recuerda siempre- había dicho mas de una vez la reina Isabel a su hija-, que si tu hermanastro Enrique muriera sin herederos, tu hermanito Alfonso sería Rey de Castilla; y si Alfonso muriera sin dejar descendencia, tú, Isabel serías Reina de Castilla. El trono sería tuyo de derecho, y que la desgracia caiga sobre quien intentara arrebatártelo” Cap I La huida de Arévalo: 8
Los reyes católicos I, Castilla para Isabel. Jean Plaidy. Ediciones Zeta, Barcelona España, 2010.

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lunes, 8 de agosto de 2011

ISIDRO VELAZQUEZ, EL ULTIMO BANDIDO RURAL - Pedro Jorge Solans

Este libro representa un regalo que, debo confesar, me sorprendió. Sobre todo por el tema; quiero decir, por ese cierto aire moderno y cercano de la “leyenda” de los Velázquez y, en particular, de Isidro.  Si uno se pone a pensar en personajes históricos  legendarios/polémicos y si ellos provienen de cualquier otro lugar que no sea Buenos Aires, nuestra mente fuga hacia 1880 máximo. Pero del siglo XX encontramos poco y nada en términos de masividad, y en ese poco y nada de identidades históricas pongo una amplia y generosa bolsa de anecdotarios que pueden ir desde políticos hasta clérigos o bandoleros. Por ello, la historia de Isidro Velázquez, un tipo como cualquier otro que nació en mayo de 1928 en Mburucuyá  (provincia de Misiones) y que se dedicó a la faena laboriosa y explotadora de las plantaciones de la zona, hace por demás atractiva la deriva de esa vida y el desenlace.
Jorge Solans se propone hacer honor a una serie de testimonios que recorren las huellas que los  Velázquez (Isidro y su hermano Claudio primero, y luego de la muerte de este último, Vicente Gauna) dejaron en toda la zona; huellas que en el caso de Isidro van desde hechos concretos relacionados a su relación con el monte, su comienzo de peón, su entrada en la delincuencia, el apoyo de los pobladores para protegerlo, su mito de Robin Hood hasta su muerte y su resurrección como sanador y milagroso.
Solans presenta un libro de anotaciones. Cada párrafo alude a algún aspecto distinto de la vida de Isidro y donde el lector hace el ejercicio de reconstruir el devenir desde el Chaco al Paraguay, de la niñez a la adultez, del trabajador al delincuente, del delincuente al vecino generoso y protegido, de la muerte a su trascendencia. La información es jugosa y detallada, pero desordenada y por momentos caótica. Se aprecia, es cierto, el conocimiento del entorno y la vida de la región, de las costumbres y cadencias de los pueblos. Me quedé con la sensación, que si todo formara parte de un gran relato sería una de las mejores historias para contar…
No puedo dejar de rescatar hacia el final del libro, las propias anotaciones de Isidro o sus historietas, las fotos de los que hicieron parte de las idas y venidas de su historia: policías, familiares, vecinos, médiums, personas que se acercan a su cruz para dejar una ofrenda. Todo junto es realmente impactante.  Como dice Hugo Chumbita (http://hugochumbita.com.ar/ ) en la contratapa “medio siglo después de la tragedia de los últimos bandidos rurales, nuestra sociedad y el mundo han cambiado, siguen cambiando, y la discusión sociológica de los años ’60 continúa abierta. Aunque ni la revolución socialista ni la liberación del tercer mundo serán ya lo que eran, estos rebeldes indomables son aún un símbolo profundamente conmovedor, emblema de la insurgencia popular”. Sobre esto, y a la luz de la Argentina actual, uno no puede dejar de pensar cuán poco ha cambiado la situación de explotación y desamparo de gran parte de la población de las provincias del litoral y del norte. Por momentos, al repasar anécdotas del libro, parece que uno está leyendo un diario de la actualidad.
Para cerrar, quiero contar que esta suerte de anecdotario, me permitió investigar algo más de los casos mencionados, comprender algún que otro chamamé (Oscar Valles, El último sapucay) que anda dando vueltas por allí o saber que este mismo 2011 se estrenó una película (Isidro Velázquez, la leyenda del último sapucay) dirigida por el correntino Camilo Gómez Montero que cuenta esta historia: la de un paisano que comenzó trabajando en los campos del Chaco y se entreveró de buenas a  primeras en enredos policiales que lo volvieron un mito en propia vida. Como si solo quienes son de esos parajes (el propio Pedro Solans es chaqueño) pudieran entender la importancia de esta figura.

“48. Una noche cenaron con los cosecheros en una chacra donde estaban levantando algodón. Repartieron comida  y matearon hasta tarde.
Antes de irse, Isidro mandó al dueño del campo a que avisara a la policía  y escribió Velázquez en el suelo del patio con las cápsulas de proyectiles vacías. Se fueron hasta la Legua 64  y volvieron dejando un caminito en el monte.
Los Velázquez, mientras tanto, escuchaban qué decían los agentes. Cuando salieron a perseguirlos, aprovecharon para dormir. Luego bajaron y  rumbearon para La Verde.
Había tiempo de sobre, porque los buscaban por Campo Moreno.
49. Los Velázquez confundían a la policía usando las técnicas del zorro y del guazuncho, caminaban doscientos o trescientos metros dejando los rastros y volvían luego por donde había pasto” II Parte, Pag 83

ISIDRO VELAZQUEZ, EL ULTIMO BANDIDO RURAL  - Pedro Jorge Solans. Ediciones Continente. Buenos Aires, Argentina. 2010



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lunes, 20 de junio de 2011

TEA-BAG Henning Mankell

“Prolija. Escrita con apego, como si realmente fuera una historia que quería contar. El final aporta poco”. Estas fueron mis anotaciones cuando leí la novela en febrero de este año. Conozco poco y nada de Mankell en la medida en que no acostumbro a leer policiales; lo curioso es que creo que este género me atraparía y sin embargo…
El libro cuenta la historia de un poeta sueco que ha logrado cierto reconocimiento. Se nos presenta como alguien trivial, con una inseguridad profunda y egoísta ante cualquiera que pueda destacarse por sobre él. Su vida discurre semi-disfuncional tanto en lo laboral como en lo personal. Dificultosa relación con la madre, turbulenta relación con la novia y se le suma la presión editorial de un cambio de género: las novelas policiales venden más que la poesía. Mientras estos tres aspectos oprimen al personaje, en una lectura de sus poesías Jesper Humlin toma contacto con una inmigrante ilegal venida de África que se hace llamar Tea Bag. En relación a ella, por propia vanidad y por algo de curiosidad también, el poeta decide enseñar a un grupo de interesados a escribir historias en el local de boxeo de un amigo. Así terminará inmiscuido en la vida de otras dos inmigrantes (una rusa y otra iraní) que se suman a Tea Bag.
El libro se vino conmigo porque me pareció toda una apuesta trabajar desde la novela la vida cruel, vertiginosa, amenazante y desgarradora de los inmigrantes ilegales en Europa. Sin embargo, la historia tiene un foco mucho más liviano; apenas algunas pinceladas de color al pasar sobre cómo hacen para sobrevivir estas personas. Pero sí considero bien reflejada la idea del choque de culturas; digo esto porque es notable el desconcierto de Jesper de cómo actuar o interpretar los códigos de los otros. Si en la novela la vida cotidiana de estas chicas aparece como nota de color es porque su relator no logra aprehender (¿transmitir?) qué significa en términos sociales ser inmigrante marginal: un otro cultural que sobrepasa la comprensión de nuestro poeta que nunca se había planteado semejante temática ni mucho menos verse inmiscuido en ella.
En este vaivén de sensaciones, Jesper decide al menos dos cosas importantes: no ceder ante la presión de escribir una novela policial y tomar el rumbo de trabajar en la idea de hablar por aquellos que no tienen voz. El resultado  avanza bastante mediocre sobre ambas cosas y sus logros son mas bien escasos; lo cual tiene cierta lógica si en el párrafo anterior decimos que no se obtiene reflexión o comprensión alguna de la situación de las jóvenes.
Para cerrar esta entrada, creo que mi anotación inicial resume bastante bien la historia: nadie puede negar de la corrección y prolijidad expresiva; ese era el tema que se quería abordar, el relato que se deseaba imprimir. En lo personal me quedo con la sensación de falta de densidad, de que hay mucho potencial allí y que no se quiso o no se pudo poner eso en juego, más aún cuando los personajes tienen anclajes en historias reales. Sobre la parte autoreferencial del autor en esta historia y en su cambio de género, no soy la persona indicada para opinar.

“Él la miró con ojos tristes, cosa que la sorprendió. Desde que había dejado la niñez y se había convertido en mujer, todos los hombres la miraban con ojos que, de un modo u otro, transmitían hambre. Pero parecía que aquel hombre delgado no había reparado en su belleza ni en su sonrisa. Eso la había asustado. No podía soportar pensar que los hombres no se interesaran por ella inmediatamente, ni tampoco que la larga y desesperada huida había sido en vano. Ella, como todos los que no lograron escaparse a través de las redes metálicas y fueron captados por el centro de acogida español, aún mantenía la esperanza de que algún día la huida terminaría. Como un milagro, un día habría alguien delante de cada uno de ellos con un papel en la mano y una sonrisa en los labios diciéndoles: Bienvenidos” CAP I: 14
                                                        TEA_BAG, Henning Mankell, Tusquets Ed., Buenos Aires, 2010

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lunes, 23 de mayo de 2011

LA MUJER QUE ESPERABA – Andreï Makine


“La mujer que esperaba” es un libro de sensaciones, extrañas percepciones que magistralmente van ganando espacio mientras se desarrolla la historia. Si uno tuviera que resumirlo en hechos, podemos decir que en los años 70 tenemos un artista disidente de unos 26 años –profundamente crítico del régimen soviético- que frecuenta círculos afines. Nuestro protagonista tendrá como misión ir al norte de Rusia para recolectar información sobre las costumbres folclóricas de los pueblos rurales; toma este trabajo como la oportunidad de relatar una sátira que ponga en ridículo al régimen que tanto detesta.
Cuando llega a Mirnoie, un pueblo rodeado de bosques y cercano al mar Blanco, comenzará a desplegarse un relato completamente alejado del objetivo inicial. Pues no solo encuentra esa parte de Rusia que intuye asomará en otros tantos pueblos: lugares semi abandonados a su suerte, con mujeres ancianas mayores que viven bajo la omnipresente historia de los maridos e hijos que partieron en 1945 a la guerra y nunca más volvieron, sino que entre estos personajes, quien captura la atención es Vera: mujer joven (unos 20 años mayor que nuestro artista) y atractiva que espera aún, 30 años después, que regrese su marido ya que nunca ha recibido noticias de su muerte. Vera es un ejemplo para el pueblo y se transforma en un enigma para el narrador que no logra aprehender el por qué de su vida allí ni de esta decisión.
De esta forma, la atmósfera, el paisaje y el día a día en Mirnoie llevarán a Vera como centro, como objeto de conocimiento y como esencia del lugar. Buscar su cercanía, descifrar sus gestos y analizar alguna de sus palabras, invitan al escritor a diversas hipótesis pues parece no existir alguna otra forma de comprender "literalmente" que una mujer espere. Y de alguna manera invita a la intervención, a sentir, a pensar y a actuar en función de medir la posibilidad de que ello sea distinto; como si nuestro narrador –quizás por propia vanidad- sintiera que debe provocar en Vera algo que la aleje de su hombre anhelado.
Debo confesar que el lector entra plenamente en esta atmósfera brumosa desde la exquisitamente lograda ambientación que se propone del paisaje: bosques, lagos, neblinas, frío,  nieve y tormentas. Los hechos que rodean a Vera parecen por lo menos extraños: cuidar a las ancianas y enterrarlas a su muerte, pero a la vez dar clases en la escuela y buscar novedades día a día en su buzón, algunas veces viajará… Todo abre paso también a la especulación sobre su vida.
La historia tiene momentos de gran intensidad con una narración medida para lograr lo que se propone. Se nos impone avanzar y ver qué sucede en el siguiente capítulo porque uno adivina profundidad en los personajes, pero es claro también que el narrador no quiere o no puede llegar a ella. Detrás de una crítica focalizada pero “al pasar” del comunismo ruso, hay una suerte de verdad social íntima; del tipo que no puede encasillarse en los grandes procesos históricos aunque sean sustentados en ella. Creo que es un libro que merece ser leído desde esta mirada profunda y existencial, aquella que nos propone que el día a día es mucho más que un hacer.

“‘Una mujer tan intensamente destinada a la felicidad (siquiera a una felicidad puramente física, sí, a un simple bienestar carnal) y elige, con aparente despreocupación, la soledad, la fidelidad para con un ausente, el rechazo a amar…’
Escribí esa frase en ese momento singular en que creemos haber llegado a conocer a la otra persona (a esa mujer, a Vera) Antes impera la curiosidad, la adivinación, la sed de confesarse cosas” Cap I: 11
La Mujer que esperada – Andreï Makine, Tusquets, Barcelona, 2006


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domingo, 8 de mayo de 2011

EL CEMENTERIO DE PRAGA – Umberto Eco


Comencé la lectura del libro sin mayor información de la novela, las intenciones del autor o su contenido en general. Debo decir que esto le dio mayor halo de misterio al discurrir de los hechos narrados. Lo primero que me gustó, fue la conformación del personaje del capitán Simonini: sencillamente, más allá de lo folletinesco, es un personaje que –como de alguna manera deja de mensaje el narrador- tranquilamente está entre nosotros. Pero resumo apenas la historia para entender de qué hablamos.
Nuestro personaje Capitán Simonini es piamontés, está afincado en Paris al momento de desarrollar su relato y su principal oficio es la falsificación de documentos. La sinceridad de la expresión de pensamiento del capitán es rutilante y eso lo convierte en un personaje deleznable al lector. Él, sin embargo, considera estar desarrollando una obra –cual misión predestinada- para mejorar el mundo occidental – cristiano – católico. Y a ello, entre otros menesteres, destina su vida; primero casi por azar, luego a consciencia de lo que debe hacer. Todo se resumirá en la conformación de los escritos de Sión, documentos que contienen y han dado argumentos a lo más recalcitrante del antisemitismo. En ese sentido y en lo personal, un tema así conjuga un profundo interés histórico con una novela que “humaniza” (en el sentido de llevarlo al plano de lo terrenal) elementos de profundo interés.
Ahora bien, el tema es escabroso, el personaje (que como dice Eco, es el único ficticio cuando todo el resto representa personas y temas históricos verídicos) es detestable y bien constituido pero, el relato en sí por momentos es engorroso, como si el autor no quisiera dejar fuera nada de todo lo que investigó. Casi que al término de la historia, uno no sabe muy bien por qué llegó allí y cuál era la idea inicial. Al punto que al final del libro hay una suerte de cronología de los hechos. El doble rol de Simonini que habilita a que comience la narración, aporta poco, confunde mucho y a uno se le ocurre que sería más interesante otra forma de relato. Sin embargo, con toda humildad supongo, que fue la mejor forma que encontró el autor tanto para exponer como para desafiarse a sí mismo.
He leído por allí algunas de las críticas, sobre todo del Vaticano, que apuntan a que el libro podría fomentar mas aún el antisemitismo. Sinceramente, creo que, estando en el siglo XXI las ideas expresadas rozan lo ridículo. De todas formas, nada mas interesante para algunos que leer en una ficción, algo que les confirme lo que consideran verdad. Como fuere, considero que hay cierta “justicia de autor” en cómo se presentan los hechos que también involucran a los Estados, a sus gobiernos y a la iglesia católica.
Finalmente, algunos aspectos de por qué creo que el libro amerita ser leído. Primero por la tremenda investigación histórica y reconstrucción de hechos que uno lee; segundo, porque los personajes son claros y hasta me atrevo decir leales a los hechos; tercero (y personalísimo) porque me encanta la relación gastronómica a cada momento que imprime eso de lo cotidiano cuando –como en la realidad- suceden grandes acontecimientos; cuarto, tengo un profundo interés por la sociedad europea de los siglos XVIII y XIX y; quinto, porque adoré la naturalidad de algunas expresiones de Simonini.
“Las guerras son el desahogo más eficaz y natural que se puede desear para ponerle un freno al crecimiento de los seres humanos ¿Acaso antaño, al marchar a la guerra, no se decía que Dios lo quería? Luego se necesita gente que tenga ganas de marchar a la guerra. Si todos se emboscaran, en la guerra no moriría nadie. Y en ese caso, ¿para qué hacerlas? Así pues, son indispensables los Nievo, los Abba o los Bandi, seres deseosos de arrojarse bajo la metralla. Para que los seres como yo podamos vivir menos obsesionados por la humanidad que se nos arreboza con su aliento inmundo.
En fin, que aunque no me gustan, necesitamos almas bellas” CAP VII: 179
Umberto Eco, “El cementerio de Praga” Editorial Lumen, Buenos Aires, 2011 [2000]
Una PD: vale la pena visitar el viejo cementerio judío de Praga, felizmente me di el gusto de leer este libro mientras conocía la ciudad :)

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martes, 8 de marzo de 2011

ORALIDAD Y AFRICANIA EN CUBA - Mirta Fernández Martínez


Cuando hace unos años me acerqué al Centro Cultural Borges para inscribirme en un taller literario, solo terminé mirando la información sobre clases de danzas afro (http://laurarabinovich.blogspot.com/) Así, en cuestión de un minuto opté por la idea de la representación y comunicación a través del cuerpo. Desde ya se abrió todo un mundo de conocimiento que –mas allá de la técnica propia de este tipo de danzas- implicó necesariamente un aprendizaje en torno a lo cultural y religioso.
Meses más tarde, tuve la oportunidad de viajar a Cuba y -aunque fue un viaje confeccionado y decidido en no más de tres días- traté de brindarme un espacio para buscar información respecto de la cultura y prácticas africanas que continúan en esa región, un poco por contraste con cierta cercanía y accesibilidad de conocimiento en cuanto a los mismos tópicos en Brasil. Con más ganas que sabiduría, en la placita de libros de la Habana me encontré con dos maravillosas publicaciones. La primera es una selección de ensayos etnográficos de Don Fernando Ortiz (http://www.ffo.cult.cu/fortiz.htm), editada en 1984 y; la otra, es la que nos da el tema de hoy cuyo foco central es la oralidad: la música, la religión, la poesía, los bailes, la propia filosofía de la vida. La música y la religión presentes en la Cuba actual que han conservado el léxico y la cultura africana.
Oralidad y africanía en Cuba presenta la fusión de las distintas culturas africanas en su llegada a esas tierras. Culturas que junto a las formas europeas imperantes dieron marco a la identidad “cubana”. Desde ya este trayecto no fue sencillo, pues tuvieron lugar por lo menos dos grandes factores: el primero refiere que los esclavos traídos de áfrica provenían de distintas regiones, y por lo tanto trajeron consigo diferentes creencias, lenguas y costumbres. El segundo factor, se debe a la prohibición de manifestar abiertamente su cultura, hecho que conllevó a distintos “disfraces” como el sincretismo religioso con el catolicismo para continuar con sus rituales. Nuestra autora, explica cómo este último proceso permitió conservar el núcleo básico de significaciones propias mas allá de los aspectos simbólicos tomados de la cultura dominante. De esta manera, las tradiciones religiosas de antecedente africano actuaron como fuente de resistencia cultural y han preservado hasta la actualidad las cosmogonías de los dioses de África, pensamiento que incluso se ha ido diluyendo en algunos lugares del propio continente originario.
Considero a este libro, una excelente entrada al estudio del devenir de sociedades alcanzadas por la trata de esclavos y de cómo todo ello fue conformando una amalgama identitaria tan vigente y real como la propia intención de ocultarla que existió durante siglos. Así desde la época colonial, Mirta Fernández nos presenta los distintos hechos que intensificaron la presencia africana en América con foco en el gran Asiento concedido por Carlos II en 1518; licencia que permitió la importación de 4000 esclavos. A partir de allí, al igual que en Brasil, Barbados, Jamaica y Saint Dominique entre otros, Cuba entra en el proceso de expansión e intensificación de las plantaciones de azúcar.
Como bien detalla la autora en el primer capítulo de su libro, los hombres y mujeres esclavos que llegaron a América provenían de al menos cien pueblos diferentes de todas las regiones del sur del Sahara. Algunos de ellos pertenecieron a grandes imperios como los de Ghana, Malí, Songai, Sokoto, Kanem-Bornú y de reinos como el de Congo, otros islamizados como fulbé o de ciudades – estado con gran desarrollo cultural como los yoruba. Ya hacia el final de los años de trata son las naciones lucumí o yoruba, los carabalí y los arará los que predominan. Para todos ellos comenzó un proceso de no retorno, que mas allá del sufrimiento que ello implicó, propuso indirectamente la gestación de una nueva cultura con elementos de todos.
Los capítulos restantes tienen por intensión la presentación de distintos aspectos culturales, donde nunca se perderá el foco en la palabra. La cuestión religiosa: la Regla de Oshá o Santería, Los Congos o Paleros, La regla de Arará y los Abakuá; las lenguas africanas en cuba: yoruba o lengua de santeros, el congo o palero en cuba, la lengua de los arará y la lengua de los abakuá; Finalmente, se presenta la memoria oral cimarrona: música, canto, poesía, proverbios de áfrica y Cuba y literatura sagrada yoruba. Cada apartado es generoso tanto en referencias de otros estudios como en ejemplos sobre la deriva de los temas abordados. La riqueza explicativa de corte antropológico, no permite desviar la atención en ningún momento, ya que un mismo proverbio o un vocablo pueden tener tantas acepciones como fuentes originarias.
Este trabajo nos presenta un mundo complejo del que hay mucho que aprender. En lo personal, representó una fuente amplia de conocimiento y de apertura a nuevas búsquedas intelectuales. Reconozco que por momentos parecía perder el hilo ante tanta información, pero es por demás interesante tener acceso a relatos de ceremonias, testimonios de investigaciones tanto en áfrica como en América, entre otros aspectos. Lo que rescato como más valioso, es la voz de los herederos, la presencia constante de sus miradas y conocimientos. Además no puedo dejar de admirar y respetar estos estudios culturales que en Cuba llevan siglos y que se han esforzado por rescatar todas las fuentes posibles de una cultura en esencia oral. La conclusión es que podemos reconocer en este texto que nos expresamos a través de Africa.
Tomar una sola cita para compartir me resultó muy difícil, pero aquí propongo algo de lo que podrán encontrar en esta publicación:
“La liturgia de las fiestas sacras de los lucumí en Cuba comienza por un oru u oro, ceremonia en que se ‘tocan’ los tambores batá que ‘moyuban’ a los orishas, es decir, invocan rápidamente a todos los dioses de la Regla de Osha o Santería con locuciones rítmicas y tonales alusivas a cada uno de ellos.
La voz moyuba es yoruba y según Fernando Ortiz significa ´hablar con respecto al superior´ y es por ello que cuando se moyuba se hacen llamados a los orishas para que con su presencia honren las fiestas. Cuentan los viejos santeros que los tambores batá no siempre fueron de shangó, pues: Hubo un tiempo en que Orunlá, el más viejo y poderoso de los orishas, era el único que tenía la virtud de saber bailar y era ‘el amo del tambor’, por lo cual Shangó, dios de la virilidad, le envidiaba a tal punto que hizo un pacto con Orunlá. Este le cedió al joven Shangó el tambor y el don del baile, y este otro le pasó en cambio al viejo el tablero de Ifá, o sea el don de poder adivinar todo lo oculto del pasado, presente y futuro” Capítulo Los tambores sagrados: 138
Oralidad y Africanía en Cuba. Mirta Fernández Martínez. Instituto Cubano del Libro, editorial Ciencias Sociales, La habana, 2005

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martes, 18 de enero de 2011

LA PROFESION DE LA SEÑORA WARREN – Bernard Shaw


“Bernard Shaw es soltero, irlandés, vegetariano, mentiroso, charlatán, socialista, conferenciante, aficionado a la música, decidido adversario de la situación creada a la mujer por nuestra civilización y cree en la seriedad del arte” ([1894] 2000:5)
Ni bien leí esta definición que hizo de sí mismo el autor cuando recién comenzaba su carrera de escritor, supe que con ella debería comenzar el artículo ¿Qué esperan de La Profesión de la Señora Warren luego de tamaña postura? Publicada en 1894, esta pieza teatral pudo ser representada recién 8 años después; yo diría que tuvo suerte para los tiempos que corrían.
Vivie vive en Haslemere y ha acudido a los mejores institutos educativos de Gran Bretaña. Es una joven inteligente, focalizada y se pretende independiente. En su forma de expresarse tiene un aire más bien pequeño burgués: resuelta a los números y la conveniencia, más allá de los modales y las buenas costumbres. De su madre- la Sra Warren- sabe poco y nada, hay una suerte de resentimiento en el hecho de que viaje todo el tiempo y haya pasado poco tiempo con ella. Un día recibe la visita de la señora Warren y de amigos de esta. A partir de allí, se develará toda una trama tragicómica que involucrará a la paternidad, a la holgazanería, a la riqueza y -claro- al futuro de Vivie.
En cuando a la obra en sí, está fabulosamente desarrollada, con una brutal realidad en cada escena y –personalísimamente- con un final bien extraño. Los personajes son muy difíciles de caracterizar: cuando uno cree que alguno es un patán, se lo percibe tres párrafos después como víctima. Todos son una mezcla de honradez infame, de sentimentalismos cínicos, de aprovechadores justos…
Es llamativa la cantidad de ideas y palabras que puede disparar una obra de teatro en unas 100 páginas de extensión. Es tanto más fuerte lo que sucede una vez terminada su lectura que el propio proceso de discurrir por sus diálogos. La carga de ironía y agudo cinismo envuelta en cada escena pone de manifiesta la crítica del autor a una sociedad victoriana que vive de las apariencias y que se ve llevada a cualquier tipo de ocultamientos y mentiras para mantener el honor. Mas no sea, haciendo una fortuna en una ciudad lejana y teniendo a la familia en la otra punta para que no se entere del origen del dinero.
Como dice el propio autor en su prólogo, la obra fue escrita para transmitir que la verdadera causa de la prostitución no es “la depravación femenina ni el desenfreno masculino” sino el hecho de que a las mujeres se las explota y se les paga de manera lo suficientemente vergonzosa como para que las más pobres acudan a prostituirse para sobrevivir. “Ninguna mujer en su sano juicio sería prostituta profesional si pudiera vivir y prosperar siendo respetable, ni se casaría por dinero si pudiera casarse por amor” ([1894]2000:11) Sin más que decir…
LA SEÑORA WARREN – Hija mía, avergonzándose no se hace más que demostrar tener buena educación, que es lo que se espera de una mujer. Las mujeres tenemos que fingir muchas cosas que no sentimos (…) Pero yo no puedo decir una cosa cuando todo el mundo sabe que quiero decir otra ¿Qué objeto tiene esa hipocresía? Si el mundo está organizado de ese modo para las mujeres, no sirve para nada el fingir que está organizado de otro.
Acto Segundo, Página 112.
La profesión de la Señora Warren, Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile, 2000

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