“La mujer que esperaba” es un libro de sensaciones, extrañas percepciones que magistralmente van ganando espacio mientras se desarrolla la historia. Si uno tuviera que resumirlo en hechos, podemos decir que en los años 70 tenemos un artista disidente de unos 26 años –profundamente crítico del régimen soviético- que frecuenta círculos afines. Nuestro protagonista tendrá como misión ir al norte de Rusia para recolectar información sobre las costumbres folclóricas de los pueblos rurales; toma este trabajo como la oportunidad de relatar una sátira que ponga en ridículo al régimen que tanto detesta.
Cuando llega a Mirnoie, un pueblo rodeado de bosques y cercano al mar Blanco, comenzará a desplegarse un relato completamente alejado del objetivo inicial. Pues no solo encuentra esa parte de Rusia que intuye asomará en otros tantos pueblos: lugares semi abandonados a su suerte, con mujeres ancianas mayores que viven bajo la omnipresente historia de los maridos e hijos que partieron en 1945 a la guerra y nunca más volvieron, sino que entre estos personajes, quien captura la atención es Vera: mujer joven (unos 20 años mayor que nuestro artista) y atractiva que espera aún, 30 años después, que regrese su marido ya que nunca ha recibido noticias de su muerte. Vera es un ejemplo para el pueblo y se transforma en un enigma para el narrador que no logra aprehender el por qué de su vida allí ni de esta decisión.
De esta forma, la atmósfera, el paisaje y el día a día en Mirnoie llevarán a Vera como centro, como objeto de conocimiento y como esencia del lugar. Buscar su cercanía, descifrar sus gestos y analizar alguna de sus palabras, invitan al escritor a diversas hipótesis pues parece no existir alguna otra forma de comprender "literalmente" que una mujer espere. Y de alguna manera invita a la intervención, a sentir, a pensar y a actuar en función de medir la posibilidad de que ello sea distinto; como si nuestro narrador –quizás por propia vanidad- sintiera que debe provocar en Vera algo que la aleje de su hombre anhelado.
Debo confesar que el lector entra plenamente en esta atmósfera brumosa desde la exquisitamente lograda ambientación que se propone del paisaje: bosques, lagos, neblinas, frío, nieve y tormentas. Los hechos que rodean a Vera parecen por lo menos extraños: cuidar a las ancianas y enterrarlas a su muerte, pero a la vez dar clases en la escuela y buscar novedades día a día en su buzón, algunas veces viajará… Todo abre paso también a la especulación sobre su vida.
La historia tiene momentos de gran intensidad con una narración medida para lograr lo que se propone. Se nos impone avanzar y ver qué sucede en el siguiente capítulo porque uno adivina profundidad en los personajes, pero es claro también que el narrador no quiere o no puede llegar a ella. Detrás de una crítica focalizada pero “al pasar” del comunismo ruso, hay una suerte de verdad social íntima; del tipo que no puede encasillarse en los grandes procesos históricos aunque sean sustentados en ella. Creo que es un libro que merece ser leído desde esta mirada profunda y existencial, aquella que nos propone que el día a día es mucho más que un hacer.
“‘Una mujer tan intensamente destinada a la felicidad (siquiera a una felicidad puramente física, sí, a un simple bienestar carnal) y elige, con aparente despreocupación, la soledad, la fidelidad para con un ausente, el rechazo a amar…’
Escribí esa frase en ese momento singular en que creemos haber llegado a conocer a la otra persona (a esa mujer, a Vera) Antes impera la curiosidad, la adivinación, la sed de confesarse cosas” Cap I: 11
La Mujer que esperada – Andreï Makine, Tusquets, Barcelona, 2006
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2 comentarios:
Muy lindo e interesante tu blog, amiga. Da gusto conocer buenos contenidos como éste tuyo.
Cuando quieras refugiarte en buenas baladas de ayer, hoy y siempre en todos los idiomas y géneros te invito a visitar mi blog y también escucharme.
Te espero.
Beto, desde Rosario-Argentina.
Gracias Beto. Obvio que ya entré a tu blog!!!
Un cariño
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