lunes, 23 de mayo de 2011

LA MUJER QUE ESPERABA – Andreï Makine


“La mujer que esperaba” es un libro de sensaciones, extrañas percepciones que magistralmente van ganando espacio mientras se desarrolla la historia. Si uno tuviera que resumirlo en hechos, podemos decir que en los años 70 tenemos un artista disidente de unos 26 años –profundamente crítico del régimen soviético- que frecuenta círculos afines. Nuestro protagonista tendrá como misión ir al norte de Rusia para recolectar información sobre las costumbres folclóricas de los pueblos rurales; toma este trabajo como la oportunidad de relatar una sátira que ponga en ridículo al régimen que tanto detesta.
Cuando llega a Mirnoie, un pueblo rodeado de bosques y cercano al mar Blanco, comenzará a desplegarse un relato completamente alejado del objetivo inicial. Pues no solo encuentra esa parte de Rusia que intuye asomará en otros tantos pueblos: lugares semi abandonados a su suerte, con mujeres ancianas mayores que viven bajo la omnipresente historia de los maridos e hijos que partieron en 1945 a la guerra y nunca más volvieron, sino que entre estos personajes, quien captura la atención es Vera: mujer joven (unos 20 años mayor que nuestro artista) y atractiva que espera aún, 30 años después, que regrese su marido ya que nunca ha recibido noticias de su muerte. Vera es un ejemplo para el pueblo y se transforma en un enigma para el narrador que no logra aprehender el por qué de su vida allí ni de esta decisión.
De esta forma, la atmósfera, el paisaje y el día a día en Mirnoie llevarán a Vera como centro, como objeto de conocimiento y como esencia del lugar. Buscar su cercanía, descifrar sus gestos y analizar alguna de sus palabras, invitan al escritor a diversas hipótesis pues parece no existir alguna otra forma de comprender "literalmente" que una mujer espere. Y de alguna manera invita a la intervención, a sentir, a pensar y a actuar en función de medir la posibilidad de que ello sea distinto; como si nuestro narrador –quizás por propia vanidad- sintiera que debe provocar en Vera algo que la aleje de su hombre anhelado.
Debo confesar que el lector entra plenamente en esta atmósfera brumosa desde la exquisitamente lograda ambientación que se propone del paisaje: bosques, lagos, neblinas, frío,  nieve y tormentas. Los hechos que rodean a Vera parecen por lo menos extraños: cuidar a las ancianas y enterrarlas a su muerte, pero a la vez dar clases en la escuela y buscar novedades día a día en su buzón, algunas veces viajará… Todo abre paso también a la especulación sobre su vida.
La historia tiene momentos de gran intensidad con una narración medida para lograr lo que se propone. Se nos impone avanzar y ver qué sucede en el siguiente capítulo porque uno adivina profundidad en los personajes, pero es claro también que el narrador no quiere o no puede llegar a ella. Detrás de una crítica focalizada pero “al pasar” del comunismo ruso, hay una suerte de verdad social íntima; del tipo que no puede encasillarse en los grandes procesos históricos aunque sean sustentados en ella. Creo que es un libro que merece ser leído desde esta mirada profunda y existencial, aquella que nos propone que el día a día es mucho más que un hacer.

“‘Una mujer tan intensamente destinada a la felicidad (siquiera a una felicidad puramente física, sí, a un simple bienestar carnal) y elige, con aparente despreocupación, la soledad, la fidelidad para con un ausente, el rechazo a amar…’
Escribí esa frase en ese momento singular en que creemos haber llegado a conocer a la otra persona (a esa mujer, a Vera) Antes impera la curiosidad, la adivinación, la sed de confesarse cosas” Cap I: 11
La Mujer que esperada – Andreï Makine, Tusquets, Barcelona, 2006


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domingo, 8 de mayo de 2011

EL CEMENTERIO DE PRAGA – Umberto Eco


Comencé la lectura del libro sin mayor información de la novela, las intenciones del autor o su contenido en general. Debo decir que esto le dio mayor halo de misterio al discurrir de los hechos narrados. Lo primero que me gustó, fue la conformación del personaje del capitán Simonini: sencillamente, más allá de lo folletinesco, es un personaje que –como de alguna manera deja de mensaje el narrador- tranquilamente está entre nosotros. Pero resumo apenas la historia para entender de qué hablamos.
Nuestro personaje Capitán Simonini es piamontés, está afincado en Paris al momento de desarrollar su relato y su principal oficio es la falsificación de documentos. La sinceridad de la expresión de pensamiento del capitán es rutilante y eso lo convierte en un personaje deleznable al lector. Él, sin embargo, considera estar desarrollando una obra –cual misión predestinada- para mejorar el mundo occidental – cristiano – católico. Y a ello, entre otros menesteres, destina su vida; primero casi por azar, luego a consciencia de lo que debe hacer. Todo se resumirá en la conformación de los escritos de Sión, documentos que contienen y han dado argumentos a lo más recalcitrante del antisemitismo. En ese sentido y en lo personal, un tema así conjuga un profundo interés histórico con una novela que “humaniza” (en el sentido de llevarlo al plano de lo terrenal) elementos de profundo interés.
Ahora bien, el tema es escabroso, el personaje (que como dice Eco, es el único ficticio cuando todo el resto representa personas y temas históricos verídicos) es detestable y bien constituido pero, el relato en sí por momentos es engorroso, como si el autor no quisiera dejar fuera nada de todo lo que investigó. Casi que al término de la historia, uno no sabe muy bien por qué llegó allí y cuál era la idea inicial. Al punto que al final del libro hay una suerte de cronología de los hechos. El doble rol de Simonini que habilita a que comience la narración, aporta poco, confunde mucho y a uno se le ocurre que sería más interesante otra forma de relato. Sin embargo, con toda humildad supongo, que fue la mejor forma que encontró el autor tanto para exponer como para desafiarse a sí mismo.
He leído por allí algunas de las críticas, sobre todo del Vaticano, que apuntan a que el libro podría fomentar mas aún el antisemitismo. Sinceramente, creo que, estando en el siglo XXI las ideas expresadas rozan lo ridículo. De todas formas, nada mas interesante para algunos que leer en una ficción, algo que les confirme lo que consideran verdad. Como fuere, considero que hay cierta “justicia de autor” en cómo se presentan los hechos que también involucran a los Estados, a sus gobiernos y a la iglesia católica.
Finalmente, algunos aspectos de por qué creo que el libro amerita ser leído. Primero por la tremenda investigación histórica y reconstrucción de hechos que uno lee; segundo, porque los personajes son claros y hasta me atrevo decir leales a los hechos; tercero (y personalísimo) porque me encanta la relación gastronómica a cada momento que imprime eso de lo cotidiano cuando –como en la realidad- suceden grandes acontecimientos; cuarto, tengo un profundo interés por la sociedad europea de los siglos XVIII y XIX y; quinto, porque adoré la naturalidad de algunas expresiones de Simonini.
“Las guerras son el desahogo más eficaz y natural que se puede desear para ponerle un freno al crecimiento de los seres humanos ¿Acaso antaño, al marchar a la guerra, no se decía que Dios lo quería? Luego se necesita gente que tenga ganas de marchar a la guerra. Si todos se emboscaran, en la guerra no moriría nadie. Y en ese caso, ¿para qué hacerlas? Así pues, son indispensables los Nievo, los Abba o los Bandi, seres deseosos de arrojarse bajo la metralla. Para que los seres como yo podamos vivir menos obsesionados por la humanidad que se nos arreboza con su aliento inmundo.
En fin, que aunque no me gustan, necesitamos almas bellas” CAP VII: 179
Umberto Eco, “El cementerio de Praga” Editorial Lumen, Buenos Aires, 2011 [2000]
Una PD: vale la pena visitar el viejo cementerio judío de Praga, felizmente me di el gusto de leer este libro mientras conocía la ciudad :)

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