domingo, 15 de marzo de 2009

PUBIS ANGELICAL – Manuel Puig

La pura verdad es que no he leído libro de Manuel Puig que no me haya fascinado, ya sea por su trama, por sus giros inesperados o por lo maravilloso de sus historias. Hace ya unos cuantos años leí el Beso de la Mujer Araña y literalmente me desveló, sumado a la fortuna que tuve de terminar de leerlo en Nueva York que es el lugar donde transcurre la historia. En otra entrada retomaré este libro junto a mis anotaciones del momento. Luego de ello quise más de Puig y así leí Boquitas Pintadas y la Traición de Rita Hayworth. Pasados casi 8 años me reencontré con Puig este verano buscando novelas de autores Argentinos o Latinoamericanos para gozar de una lectura distendida. Al ver Pubis Angelical supe que se vendría conmigo, era inevitable que se tuviera presente las sensaciones de los libros anteriores. 
Pubis Angelical narra dos historias en paralelo que tienen puntos de conexión aunque suceden en espacio – tiempo diferentes. Por un lado tenemos a una mujer enferma en una clínica que a través del diálogo con sus visitas o su propio cuaderno de anotaciones recuerda su vida en Buenos Aires. Lo llamativo de esta historia es la conexión con hechos políticos de la Argentina y los debates por más interesantes que se presentan acerca de la realidad político-social del país basados en una clara y contundente exposición de los personajes.De alguna manera, hay puntos de conexión con la vida de Manuel Puig al igual que en toda su obra. Pero sigamos.
 La otra historia comienza allá por los años 30 en Europa Central, pasa a Estados Unidos (Hollywood ¡por supuesto!) y llega al futuro en una especie de historia de ciencia ficción. Este recorrido está algo anclado en lo esotérico o parapsicológico y realmente es atrapante. En ambos casos uno quiere saber mas de los personajes, de las historias, de su continuidad… En todo el libro Puig hace honor a su estilo basado en la vida cotidiana, en los deseos y pensamientos femeninos, en lo popular dicen algunos. Sin embargo, Pubis Angelical tiene una vuelta de tuerca más, uno siente al leerlo que se está perdiendo de algo… que debe repasar algunos puntos, que se está diciendo mucho más que lo leído. Como sea, y sin querer meterme a contar toda la historia, les recomiendo que lo lean…va… les recomiendo que lean a Puig.
Reconozco que no quedé desvelada como en otros casos pero sí disfruté y me dí el gusto de reflexionar bastante sobre los personajes. Por último, les paso algunos links de Manuel Puig que pueden resultarles de interés.http://www.literatura.org/Puig/Puig_por_Piglia.html http://www.manuelpuig.com/

Pero volvamos a las razones de ser de este diario. Un momento, ¿por qué digo volvamos? ¿No estoy sola acaso? ¿o este diario es una excusa para contarle cosas a alguien? ¿A quién puede ser? ¿o es conmigo misma que hablo? ¿Me estoy desdoblando? ¿Qué parte de mí le habla a qué otra parte?La verdad es que me cae gordo, como dicen acá los mexicanos, ese plural. En Argentina diríamos, me cae pesado. Diríamos, otro plural. Me parece que estoy encubriendo algo, mis ganas de hablar con alguien que de veras, lo pienso y lo pienso, no sé quién es. Tal vez papá, si viviera. Mamá no, porque sé perfectamente lo que contestaría a todo. Según ella una mujer tiene problemas porque quiere, porque pretende ser hombre y no mujer.”
Parte I, Capítulo II: 24 Publis Angelical, Editorial Seix Barral, Buenos Aires, 2004

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domingo, 1 de marzo de 2009

EL ORDEN DEL DISCURSO – Michel Foucault

La producción de Focault es innumerable: libros, discursos, seminarios, entrevistas, notas, etc. He leído mucho y muy variado de él (Sin contar La Historia de la Locura en la Época Clásica que empecé hace unos años y todavía no termino) ya que de alguna forma es un autor que tiene mucho que ver con la formación académica de los comunicadores / comunicólogos y demás variantes de nuestra profesión. El Orden del Discurso es un libro chiquito, no excede de 70 suculentas páginas y nace de la lección inaugural que dio nuestro autor en el Collège de France en el año 1970, momento en que sustituyó a Jean Hyppolite http://es.wikipedia.org/wiki/Jean_Hyppolite en la cátedra de historia de los sistemas de pensamiento. La primera conclusión es que cuando la gente sabe y piensa mucho puede hacer de una lección un libro… ¿quién no quisiera lograr eso?
En esta presentación Foucault expone su plan de estudio y esboza una hipótesis acerca de cómo funciona el discurso en la sociedad, a la vez que devela alguno de sus mecanismos. De alguna manera, Foucault se encuentra aquí con la noción de poder, tan ausente en trabajos anteriores; las formas del discurso tienen límites y esos límites son impuestos por las sociedades. Parece subyacer en su pensamiento un momento fundante del discurso, es decir, no todo lo dicho me precede, en la medida en que lo pasible de ser dicho es determinado por cada momento histórico. Como él lo explica, hay un deseo de no entrar en el orden azaroso del discurso, deseo de tener en el discurso un elemento pasible y transparente para lo cual aparece la institución que nos transmite la idea de que el discurso está en el orden de las leyes.
Pero volvamos a la hipótesis central: para Foucault en cada sociedad la producción de discurso está “controlada, seleccionada y redistribuida”(2005:14) por determinados procedimientos que permiten reducir el acontecimiento aleatorio. Y señala tres procedimientos de exclusión que forman una red que se modifica y adapta constantemente: lo prohibido, lo separado/rechazado, lo verdadero/falso, a lo que agrega una serie de procedimientos internos como lo dicho o el comentario. No quisiera ponerme aquí a explicitar el funcionamiento de cada uno de estos sistemas porque perdería gracia leer el libro, pero sí me interesa rescatar que de solo pensar estas tres operaciones podemos comprender y analizar ciertas opacidades del discurso de la política, de la locura o de las ciencias mismas. Para aprehender esto hay que tener en claro qué entiende Foucault por discurso: “… no es simplemente aquello que traduce las luchas o los sistemas de dominación, sino aquello por lo que, y por medio de lo cual se lucha, aquel poder del que quiere uno adueñarse” (2005:15) Todo aquel que quiera poder o que quiera mantener el poder pretenderá adueñarse del discurso; ser la única voz transmitida y escuchada, creará su propia cosmovisión con pretensión de verdad tratando de anular/esconder/separar cualquiera otra mirada. En este delicado equilibrio es que se debe saber adaptar “la malla” de contención para incorporar al discurso del poder incluso miradas opositoras resignificadas (aquí me permito una pequeña digresión hacía un autor muy diferente pero que ayuda a entender el poder de la palabra y su funcionamiento en el discurso político que es Ernesto Laclau http://es.wikipedia.org/wiki/Ernesto_Laclau , ya dedicaré entradas a sus libros)
¿Para qué nos sirve todo lo anterior? Para andar por la vida un poco más cautos sería la primera conjetura. Si puedo entender que cuando miro un debate sobre temas como la escuela, los hospitales o la situación del campo que tan de moda está en Argentina, existe en cada argumento una pretensión de verdad que trata de dar por falsa la postura del otro, que ambos discursos tratan de anularse como sistemas excluyentes, que estos discursos no son transparentes sino que tienen trasfondos que no conocemos, entonces podremos tener un poco más claro dónde estamos parados para
tratar de ver ambas miradas y sacar alguna conclusión más válida que el solo hecho de estar de un bando u otro. Este es un ejemplo muy cotidiano pero creo que el peso de la palabra comienza por aquí y no por los grandes sistemas filosóficos. Entender el poder del discurso es brindarnos una herramienta poderosa para encarar nuestras vidas y por tanto nuestras sociedades.

“Es necesario concebir el discurso como una violencia que se ejerce sobre las cosas, en todo caso como una práctica que les imponemos; es en esta práctica donde los acontecimientos del discurso encuentran el principio de su regularidad” (2005:53)

Michel Foucault “El orden del discurso”
Tusquets Editores, Argentina, 2005
(Traducción de Alberto González Troyano, 1973)

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