domingo, 19 de julio de 2009

EL CAMELLO – Lord Berners

¿Y por qué alguien leería un libro que se llama “El Camello”? Respuesta sencilla: porque no remite a ninguna metáfora ni posee algún sentido oculto. Sencillamente, porque hay un camello en la historia y ¡eso basta para motivar la curiosidad de cualquier lector! ¿O no? 
Desde ya todos vamos a convenir en que Gerald Tyrwhitt – Wilson, mejor conocido como Lord Berners (título nobiliario obtenido en 1919) – es un personaje curioso y excéntrico en términos modernos. Fue pintor, músico y escritor. Dicen los que saben que era bastante bueno en todo ello lo cual ya provoca ánimos de conocer un poco más de él. (http://en.wikipedia.org/wiki/Gerald_Tyrwhitt-Wilson,_14th_Baron_Berners ) Su vida parece ser un extraño cruce de campiña y ciudad con la cosmovisión cultural que ello implica. Rodeado de personalidades influyentes de la época, dedicó y le fueron dedicadas obras. Aficionado a los animales, como dice el prólogo “no derivó en pequeños zoológicos privados o militancias patricias en sociedades protectoras. Se concentró en un impulso singular: desviar leve, inofensivamente, la naturaleza del animal”. Esto puede traducirse en tener una jirafa de mascota para que lo acompañe a la hora del té, entre otros ejemplos.  
 El Camello cruzó ante mis ojos en una reciente edición. Lo compré, lo abrí, lo olí… lo olvidé en un bar. Al día siguiente, envié un emisario a otra librería a por él. Y lo leí con ansias, con entusiasmo y con placer hasta agotarlo. No hay un recorrido muy largo, solo unas 120 páginas que se leen con parsimonia, casi que compenetrándose con la forma de vida de los personajes y la época.
La historia nos dice que una mañana invernal, tapada de nieve y viento en un valle anglosajón por demás tranquilo, aparece en la puerta de una vicaría un camello. Sin tratar de explicarnos siquiera por qué un dromedario y por qué en ese apartado geográfico, nos metemos en el relato. Y es que ya sabemos que será una historia mágica entre un animal que parece percibirlo todo y una serie de desentendidos que exponen ni más ni menos que la profunda incapacidad humana para hablar, escuchar y comprender. 
Sin embargo, aunque tenemos un drama de trasfondo cada capítulo nos roba sonrisas irónicas y nos lleva a tratar de adivinar en qué terminará toda esa serie de hechos casi inconexos. Finalmente, sabemos que hay cosas que no tienen explicación pero que es muy bienvenido que sucedan. Valoramos, como humildes lectores, las líneas claras y sobrias que nos permiten vivir esta historia “rara” como algo tan naturalmente armonioso. 

  Antonia se puso de espaldas a la ventana; su cara, normalmente plácida, estaba alterada por el desconcierto. - Es… -jadeó-. Es… ¡Oh, querido Aloysius, ES UN CAMELLO! - Tonterías! –exclamó el pastor- ¡cómo va a ser un camello a esta hora de la mañana! Antonia advirtió que la mente de su marido, por lo general tan despierta, todavía estaba nublada por el sueño, y contuvo la respuesta que asomó a sus labios.” (Cap. I:27)
El Camello, Lord Berners, La Bestia Equilátera, Buenos Aires, 2009

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