viernes, 20 de febrero de 2009

DE ROBESPIERRE AL CHE GUEVARA. Las revoluciones en la historia. Erick Durschmied

La tapa misma y presentación de este libro, que ya tiene un título muy importante, se plantea cómo y por qué fueron posibles las revoluciones y quiénes las desencadenaron. Nuestro autor, es un periodista que fue corresponsal de guerra para la BBC y CBS durante las principales crisis del siglo XX: Vietnam, Irán, Irak, Beirut, Cuba, etc. Por tanto el libro tiene una mirada y narración de estilo periodístico. Cada uno de los capítulos lleva unas 50 páginas promedio que comienzan en la Francia de 1792 y pasan por la revolución del Tirol en 1809, México 1910, Rusia 1917, Alemania 1919 y 1944, Japón 1945, Cuba 1967 e Irak 1979. 
La primera pregunta que se me ocurrió al leer el índice es qué concepto de revolución manejó Durschmied, ya que poner bajo la misma denominación a la revolución Francesa y la ascensión de Hitler al poder suena al menos aventurado. La dimisión de Hiroito en Japón y los hechos de Cuba o de la Alemania de Rosa Luxemburgo parecen ser momentos históricos con pocos puntos en común entre sí como para compartir la palabra revolución, de lo contrario ¿dónde queda el concepto de contrarrevolución? ¿Y el de reaccionismo? 
Más allá de mis dudas previas sobre los capítulos, tomé mi nuevo regalo de “Papa Noel” para leerlo inmediatamente, por la sencilla razón del gran interés histórico que suscitan estos hechos. Y debo decir que cada momento narrado no dejó de sorprenderme (por no decir alarmarme). Durschmied recrea y cita personajes con la misma facilidad con que no aclara (siquiera en una nota al pie) cuáles fueron sus fuentes. Por tanto, hay momentos en que no sabemos si leemos una novela histórica, un libro de cuentos o un libro de historia. 
Con tan ambicioso título uno puede pretender debelar ciertos hilos de los hechos que condujeron a las “revoluciones” pero el autor parece menos interesado en eso y se focaliza puntualmente en dos aspectos: la debilidad de quienes estaban al poder y fueron derrocados; y la malicia de los revolucionarios que aprovecharon a tomar el poder. Capítulo a capítulo encontramos con que Luis XVI era un inepto que no tuvo la determinación de ahogar los focos revolucionarios con sangre para proteger a Francia; por supuesto su contrapartida era Robespierre o Danton, personajes siniestros que solo procuraron asesinar gente. O que el Sha de Irán le tenía miedo al derramamiento de sangre y por eso dejó avanzar la revolución, o que Castro era una descocado que le gustaba jugar a la guerra y por eso emprendió la revolución en Cuba siendo Bastista un dictador que prefirió huir antes que combatir. 
Y así todos los hechos pasan trazados por la misma línea de pensamiento. Durschmied parece más focalizado en tratar de determinar lo malo que fueron para el mundo estos hechos, culpando groseramente a quienes no “hicieron nada” por evitarlo; los sucesos parecían ser evitables con que tan solo el emperador, rey o sha movieran un dedo… pero todos fueron débiles e incompetentes. Las fuerzas de la historia, la miseria de los pueblos, las atrocidades cometidas por quienes estaban en el poder parecen no tener lugar preponderante en este acercamiento a las revoluciones.
Tamaña mirada sesgada habilita a argumentos incomprensibles, ingenuos y, me permito decirlo, dañinos. Para citar algunos ejemplos: “Los discípulos de Castro no eran de izquierdas ni de derecha, simplemente eran latinos”, “Gran parte de la preocupación de sus gigantesco vecino a solo 90 millas de distancia era que (Castro) en lugar de dar un ejemplo a las naciones latinoamericanas de una libertad independiente…” (Sobre. Rev. Cubana, la cursiva es del autor) Me pregunto yo, ¿qué es ser latino en relación a cuestiones ideológicas y desde cuando US se preocupó por las democracias de Latinoamérica fomentando estados independientes? A lo que justamente luego pone como ejemplo “el único experimento en socialismo latino, el Chile de Allende, acabó en fracaso”. La última joya refiere a la revolución de Komeini en Irán: “Los ingenuos occidentales creen que en todas partes del mundo la gente es básicamente igual y que todos se comportan de la misma forma racional” (la cursiva es mía)
Y lo último para no dejar pasar, tiene relación con la clara postura de nuestro autor. Todos sabemos que cualquier libro sobre historia tiene pretensión de verdad, también sabemos que hay métodos de investigación para atenuar la mirada personal, al menos tratando de exponer ambas caras de la moneda. Durschmied no tuvo ningún tipo de conflicto con esto y claramente arroja adjetivos como si estuviera hablando de moda: “los resueltos radicales musulmanes o los insidiosos marxistas” (Sobre Iran: 257) “Siempre estos malditos rojos, dijo el káiser” (Sobre Alemania 1919:148) “Siguiéndole la corriente al soviet de los trabajadores, en su mente burguesa –la de Kerensky- una desagradable gentuza que olía a ajo y eructaba svovoda” (sobre Rusia: 110)
Llegados al último párrafo tenemos que pensar que todo libro nos aporta algo. En mi caso particular me sirvió para repasar algunos hechos, para dedicarme con ahínco a escudriñar que había detrás de todo lo que nuestro autor no nos quiso contar y para adentrarme en algunos casos como el de Irán, Japón y México que desconocía prácticamente. No voy a poner más citas ni voy a ponerme a contra-argumentar o a dar por más validos algunos argumentos u otros. La última reflexión que me permito es que no importa cuanta literatura improvisada ande circulando en las librerías, sino la capacidad de duda crítica  e investigación que tengamos nosotros para permitirnos un pensamiento lo más independiente posible.

  “El tirol fue una tierra donde cada cabaña se convirtió en una fortaleza, cada granjero en un guerrillero, cada hospedero y sacerdote en comandante. Dieron caza a sus enemigos de la misma manera en que cazaban furtivamente sus cabras montesas: con sigilo y desde lo cubierto. Los veteranos de Austerlitz y Eylau nunca entendieron la manera de luchar de los tiroleses; una y otra vez cargaban con brillantes bayonetas contra hombres que les tiraban piedras desde lo alto de los acantilados. Andreas Hofer fue un caudillo inspirado y temeroso de Dios, leal solamente a su emperador y a su patria”. 13 de agosto de 1809:71.
De Robespierre al che Guevara. Las revoluciones en la historia. Robin Book,Barcelona, 2008

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