“Bernard Shaw es soltero, irlandés, vegetariano, mentiroso, charlatán, socialista, conferenciante, aficionado a la música, decidido adversario de la situación creada a la mujer por nuestra civilización y cree en la seriedad del arte” ([1894] 2000:5)
Ni bien leí esta definición que hizo de sí mismo el autor cuando recién comenzaba su carrera de escritor, supe que con ella debería comenzar el artículo ¿Qué esperan de La Profesión de la Señora Warren luego de tamaña postura? Publicada en 1894, esta pieza teatral pudo ser representada recién 8 años después; yo diría que tuvo suerte para los tiempos que corrían.
Vivie vive en Haslemere y ha acudido a los mejores institutos educativos de Gran Bretaña. Es una joven inteligente, focalizada y se pretende independiente. En su forma de expresarse tiene un aire más bien pequeño burgués: resuelta a los números y la conveniencia, más allá de los modales y las buenas costumbres. De su madre- la Sra Warren- sabe poco y nada, hay una suerte de resentimiento en el hecho de que viaje todo el tiempo y haya pasado poco tiempo con ella. Un día recibe la visita de la señora Warren y de amigos de esta. A partir de allí, se develará toda una trama tragicómica que involucrará a la paternidad, a la holgazanería, a la riqueza y -claro- al futuro de Vivie.
En cuando a la obra en sí, está fabulosamente desarrollada, con una brutal realidad en cada escena y –personalísimamente- con un final bien extraño. Los personajes son muy difíciles de caracterizar: cuando uno cree que alguno es un patán, se lo percibe tres párrafos después como víctima. Todos son una mezcla de honradez infame, de sentimentalismos cínicos, de aprovechadores justos…
Es llamativa la cantidad de ideas y palabras que puede disparar una obra de teatro en unas 100 páginas de extensión. Es tanto más fuerte lo que sucede una vez terminada su lectura que el propio proceso de discurrir por sus diálogos. La carga de ironía y agudo cinismo envuelta en cada escena pone de manifiesta la crítica del autor a una sociedad victoriana que vive de las apariencias y que se ve llevada a cualquier tipo de ocultamientos y mentiras para mantener el honor. Mas no sea, haciendo una fortuna en una ciudad lejana y teniendo a la familia en la otra punta para que no se entere del origen del dinero.
Como dice el propio autor en su prólogo, la obra fue escrita para transmitir que la verdadera causa de la prostitución no es “la depravación femenina ni el desenfreno masculino” sino el hecho de que a las mujeres se las explota y se les paga de manera lo suficientemente vergonzosa como para que las más pobres acudan a prostituirse para sobrevivir. “Ninguna mujer en su sano juicio sería prostituta profesional si pudiera vivir y prosperar siendo respetable, ni se casaría por dinero si pudiera casarse por amor” ([1894]2000:11) Sin más que decir…
LA SEÑORA WARREN – Hija mía, avergonzándose no se hace más que demostrar tener buena educación, que es lo que se espera de una mujer. Las mujeres tenemos que fingir muchas cosas que no sentimos (…) Pero yo no puedo decir una cosa cuando todo el mundo sabe que quiero decir otra ¿Qué objeto tiene esa hipocresía? Si el mundo está organizado de ese modo para las mujeres, no sirve para nada el fingir que está organizado de otro.
Acto Segundo, Página 112.
La profesión de la Señora Warren, Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile, 2000
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