domingo, 23 de noviembre de 2008

EL EVANGELIO SEGÚN JESUCRISTO- José Saramago

Pensé bastante cómo abordar este libro por distintas cuestiones: primero porqué me gustó demasiado, segundo por su temática y tercero porque es la única aproximación que tengo a Saramago. Teniendo en cuenta estas mismas cuestiones trataré de recorrerlas quizás en un orden no tan claro.

El libro llegó a mis manitos gracias a mi amiga Sabina. Tengo un tema con los libros prestados, y es que apenas los termino quiero correr a comprarlos pero todos los comentarios e ideas las anoté en el que me prestaron ¡por supuesto! Este libro me fascinó desde los primeros dos párrafos, tal es así que lo leí casi sin despegarme de mi lápiz que terminó dejando su trazo en muchas de sus páginas; espero haya servido al menos para hacer más rica la lectura del siguiente en la lista de literatura prestada. Es que con “El evangelio según Jesucristo” me sucedió algo que hace tiempo no me sucedía y es la necesidad de leerlo todo, de agotarlo para querer volver a leerlo y para hacérselo leer a quien se me cruce por delante; son esos libros que aunque sabés que son las 3 de la mañana de un miércoles, sentís que tenes que avanzar mas. Y así sucedió, lo leí en poquísimos días dejando de lados las otras dos o tres lecturas que hago a la vez regularmente y estando desfigurada en el trabajo. Los buenos libros son así, te permiten recrear la historia mientras los lees y te generan el espacio para imaginarla el resto de las horas, de modo de que no te despegues nunca de él.
La historia, como ustedes adivinarán, no es ni más ni menos que la vida de Jesús. Excepto la etapa de su concepción, el resto es relatada casi en primera persona por él mismo. Supongo que es un libro difícil de leer para los creyentes ya que la postura es tan humana como le ha sido posible a Saramago. Este sábado pasado, al publicarse una entrevista de él en Revista Ñ, justamente decía que si fuéramos todos ateos el mundo sería menos belicoso.
Pero volvamos a la historia de nuestro libro. Su descripción de los hechos y su complicidad con el lector es deliciosa a la vez que uno se siente parte de él como en una especie de comunión entre la historia - el lector – y el escritor. La ironía remata muchos puntos del relato con ciertas reflexiones salidas del autor casi de manera casual, como “al pasar” que “despiertan” al lector y lo traen nuevamente a la realidad. La forma en que recrea cada suceso y cada pensamiento de los personajes parece tan real, tan acertada que sería fácil de creer que lo redactó un testigo de primera mano. La sociedad de la época, la vida de José y María inmersos en su religión y cultura son tan bien expuestas que es fácil pensar que en realidad  sucedió así. Personalmente, he sido una ávida lectora de la Biblia. Tanto por curiosidad religiosa como por su historia y por sus mensajes. Leer el Evangelio según Jesucristo fue repasar toda la vida de Jesús (no se le escapó nada) desde la primera persona, con sus conflictos y dudas, con sus pasiones y tristezas, con sus aciertos y desaciertos.
Hay algunos aspectos que destacan, más allá de la calidad de escritura y redacción sobre la que no diré demasiado ya que el Premio Nobel habla solito en este caso. Como decía, entre estos aspectos mereció mi atención el carácter rebelde de Jesús: como vivió su vida en enfrentamiento con su familia y su sociedad y hasta con el propio Dios, tratando de evitar su designio en términos de hacerlo un dios poderoso y abarcativo por sobre el pueblo hebreo. Otro de los temas que merece ser resaltado (y leído más de una vez) son los momentos en que ocurren hechos divinos o milagrosos. El anunciamiento del ángel a María, el encuentro entre Jesús y el diablo, el propio diablo junto a Dios y a Jesús en la barcaza donde le confiesan al último sus planes…
Podría mencionar mil cosas de las 188 páginas que dura la historia, pero creánme merece ser leída y disfrutada por cada uno. Semejante emprendimiento literario, con el peso que el propio tema acarrea, tamaña prolijidad y generosidad de escritura merece un lugar en vuestras bibliotecas. En lo personal, más allá de agradecerle a Sabi su generosa idea de permitirme leer este libro, me debo a mi misma otras lecturas de Saramago; aunque confieso me preocupa que no me desborden como lo hizo la historia de Jesús de Nazaret.

“Dijo María, Qué crimen ha cometido mi marido. Dijo el ángel, Tú lo sabes, no quieras ser
tan criminal como él. Dijo María, Juro. Dijo el ángel, No jures, o, si no, jura si quieres,
que un juramento pronunciado ante mí es como un soplo de viento que no sabe adónde
va. Dijo María, Qué hemos hecho nosotros. Dijo el ángel, Fue la crueldad de Herodes la
que hizo desenvainar los puñales, pero vuestro egoísmo y cobardía fueron las cuerdas que
ataron los pies y las manos de las víctimas. Dijo María, Qué podía hacer yo. Dijo el ángel,
Tú, nada, que lo supiste demasiado tarde, pero el carpintero podía haberlo hecho todo,
avisar a la aldea de que venían de camino los soldados para matar a los niños, había
tiempo suficiente para que los padres se los llevaran y huyesen, podían, por ejemplo, ir a
esconderse en el desierto, huir a Egipto, a la espera de que muriese Herodes, que poco le
falta ya. Dijo María, No se le ocurrió. Dijo el ángel, No, no se le ocurrió, pero eso no es
disculpa. Dijo María, llorando, tú, que eres un ángel, perdónalo. Dijo el ángel, No soy
ángel de perdones. Dijo María, perdónalo. Dijo el ángel, Ya te he dicho que no hay perdón
para este crimen, antes sería perdonado Herodes que tu marido, antes se perdonará a un
traidor que a un renegado.”
(…)
“Y como las ganancias de José no daban para admitir personal a su servicio, el recurso
natural estaba en los hijos, a mano, por así decir, además también por una simple
obligación de padre, pues ya lo dice el Talmud, Del mismo modo que es obligatorio
alimentar a los hijos, también es obligatorio enseñarles una profesión manual, porque no
hacerlo será lo mismo que convertir al hijo en un bandido. Y si recordamos lo que
enseñaban los rabinos, el artesano, en su trabajo, no debe levantarse ante el mayor
doctor, podemos imaginar con qué orgullo profesional empezaba José a instruir a sus
hijos mayores, uno tras otro, a medida que iban llegando a la edad, primero Jesús, luego
Tiago, después José, después Judas, en los secretos y tradiciones del arte de la
carpintería, atento él, también, a la antigua sentencia popular que así reza, El trabajo del
niño es poco, pero quien lo desdeña es loco, es lo que luego se llamaría trabajo infantil.”

José Saramago, 1991 El evangelio Según Jesucristo, Editorial Punto de Lectura.

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2 comentarios:

callimanque dijo...

Hola...a mi me encantaron tres partes...cuando él esta con el pastor y cuando rezan uno eleva los brazos al cielo y el otro a la tierra, o cuando se interna en la niebla del lago a interpelarse con su padre y el diablo, y la ultima cuando va a resucitar a su amigo Lazaro y lo frena la hermana de éste para decirle que no habia hecho nada malo o que ningun hombre merece vivir dos veces...me encanto, sobre todo el papel de Maria...muy bueno...
Muchas gracias por ponerlo.Un abrazo!
Hedgar A. Hereñú

Aldana H dijo...

Totalmente de acuerdo contigo! La parte de Lázaro es reveladora y sorprendente! Muchas gracias por tus comentarios.