Locales y turistas sabemos que el Cementerio de la Recoleta – antes llamado cementerio del Norte- nos lleva a recorrer gran parte de la historia Argentina, tanto en términos políticos y sociales como artísticos. Y mientras los apellidos “altaneros” (prefiero esto a “alcurnia”) que hicieron época y decidieron destinos se codean metro a metro, hay otros que se les cuelan por el solo peso de los hechos como Facundo Quiroga o Eva Perón. Como fuere, desde la mirada con que queramos encarar este espacio, no puede haber pereza intelectual en su recorrido. Personalmente, cada vez que paseo por allí, siempre me voy con la grata idea de volver a observar todo lo que seguramente se me escapa. Y así, casi sin proponérmelo, cada tanto cruzo sus puertas y me llevo algo nuevo.
El libro que les presento hoy, toma como eje el cementerio y alguna de sus tumbas en particular, para disparar relatos ficcionales anclados en hechos reales. Rojo y Elissalde nos presentan quince historias, narradas en primera persona por personajes que no necesariamente son el propio protagonista.
Personalmente me gustó mucho el estilo narrativo y los ángulos desde que se tomó cada historia, los personajes no son fácilmente asibles, hay profundidad en ellos y halos de misterio en los sucesos. Por épocas, algunos hechos y familias se relacionan; las pequeñas menciones que los conectan despiertan la curiosidad del lector, además de acercarnos un poco más a las costumbres y eventos culturales de cada momento.
De todas las historias, las que me resultaron novedosas fueron las referidas al secuestro del cadáver de Doña Inés Indart de Dorrego, la cabeza de Marco Avellaneda y Doña María Magdalena, viuda de Alzaga enclaustrada de por vida con sus seis hijas menores. Los relatos que me parecieron podían tener mayor densidad remiten al periplo de Juan Manuel de Rosas desde el cementerio de Southampton a la Recoleta y el hijo de Mitre. Y, los que me sorprendieron por la belleza de la presentación de los personajes fueron la historia de Catalina Dogan (servidumbre de la familia Sáenz Valiente) y el asesinato y traslado de Facundo Quiroga.
Como cierre solo me queda transmitir que el libro me gustó mucho, que me dio mucho más para investigar y “curiosear” y que, entiendo, son relatos que pueden tener una amplia aceptación en cualquier lector. Los cuentos son amenos e invitan a meterse en un mundo que, aunque distante, es parte de todos.
A quien escribe, le queda como tarea, tomar cada historia y buscar los rincones de la ciudad involucrados…
“La muerte y la fiesta, polos complementarios de la cultura popular, estaban, ambos, muy presentes –y muy cercanos- en las primeras etapas de nuestra vida independiente, que corresponden también a los primeros tiempos del cementerio. Existían, por cierto, unas “Fiestas de la Recoleta”, bulliciosas celebraciones públicas que comenzaban el día de Nuestra Señora del Pilar y se extendían durante una semana (…) Los defensores de la moral y las buenas costumbres (sobre todo, los británicos) no dejaron de protestar contra estos festejos, que se prolongaban hasta la madrugada con bailecitos o “changangos”, y que a veces, también proporcionaban algún nuevo habitante al cementerio” Prólogo: 19
“Otra costumbre, de raíces profundamente coloniales, era el “entierro del angelito”, donde se festejaba el ascenso directo a los cielos de un niño inocente que, por lo tanto, se convertía en ángel. Se disfrazaba a estas criaturas de la manera más bizarra y lujosa posible, y, si la familia era adinerada, hasta se los adornaba con joyas, que luego retiraban antes de sepultarlos. Este entierro de niños, tan penoso de por sí, desembocó alguna vez en episodios crueles, que desmentían la suprema dignidad de la “muerte igualadora” y prolongaban privilegios de la vida terrena. Cuenta Mariquita Sanchez: ‘¡Cómo diré hasta dónde iban estas extravagancias! [los vestían] ya de pastores, ya de cautivos, ya de ángeles; en fin, hubo la mas divina ocurrencia en una casa en que mueieron un niño y un negrito (1) Vistieron al niño de San Miguel y al negrito como el diablo. La madre lloró, suplicó, pero como era esclava, tuvo que callar…” Prólogo: 21
(1) Subrayado propio. AH
Editorial Alfaguara, Buenos Aires, 2009.
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2 comentarios:
Que buena reseña Aldus, me llama a leer el libro y conocer mas sobre el trasfondo de las historias que mencionás. Me quedo también con la nota de color sobre la veta africana presente en las mismas!besote! Soy Caro, de danzas afro!
aguante san francisco barrio rocho
zaizar hace mandados
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