domingo, 22 de abril de 2012

EL VIAJERO SIN PROPOSITO - Charles Dickens


Convencida de que solo cierto tiempo para la contemplación y el ocio permiten que nuestra mente teja hilos de reflexión, creatividad y sueños; militante de esos espacios perdidos por el empecinamiento obsesivo de una sociedad donde “siempre hay algo por hacer” y donde, hasta la vida social se ha traducido en una suerte de obligación que nos roba el poco tiempo que queda entre el agitado día de actividades y las ya pocas horas de sueño; retomo la relación con la novela decimonónica, con sus autores y publicaciones, allí, donde este nuevo estilo de vida comenzó a gestarse hace un par de siglos.
Podemos decir sin equivocarnos que Dickens fue el escritor más popular de la era victoriana. Ese acercamiento a lo cotidiano sin perder la mirada suspicaz y sin resignar un ápice el espacio a la erudición y expresión literaria, hacen de él un autor profundamente admirado en lo personal. Fue producto de una sociedad en proceso de cambio, víctima/consecuencia de ello en todo sentido: desde su niñez austera, hasta su popularidad como escritor gracias a las entregas semanales de los diarios, al crecimiento de la lectura por parte de la nueva burguesía y al incipiente sistema escolar que posibilitó tal cosa.
“El viajero sin propósito” es una selección de relatos que publicó Dickens en un semanario fundado por él mismo llamado All the year around, empresa exitosa con una tirada importante para la época (100.000 ejemplares promedio). A partir de 1860 Dickens comenzó a escribir estas crónicas bajo el nombre de Uncommercial Traveller. Como señala el prólogo de Pedro Tena (quien además hizo la traducción por primera vez al castellano de estas historias)  que hoy presentamos, bajo esta identidad se agrupan una serie de textos de variados temas que tienen como hilo conductor el viaje donde el autor lleva notas sobre impresiones, anécdotas y reflexiones sobre las situaciones que experimenta en estos recorridos.
Dickens usaba el viaje como vía de escape para contener una gran energía que solía desvelarlo. Así, en esos paseos por la propia Londres, Inglaterra, Francia, Suiza o Italia no sólo involucró a la contemplación, sino que sumó imaginación y su cuota de ironía al servicio de técnicas narrativas. Por supuesto, nunca abandona la mirada crítica de la sociedad que le tocó vivir y observar, pero en estos relatos abre un espacio diferente a cierta mirada autobiográfica en un relato en primera persona que nos cuenta, como en un café, sus anécdotas.
Esta publicación consta de diez relatos, uno a modo de presentación, donde el autor nos explica que es un viajero sin propósito comercial y cuáles son sus credenciales para definirse como tal: “Y, sin embargo, procediendo ahora a presentarme en sentido positivo, diré que me gusta viajar tanto por las ciudades como por los pueblos, y estoy siempre en circulación. En sentido figurado, viajo al servicio de la gran Hermandad de los Intereses Humanos, donde poseo contactos de una considerable amplitud”.
 Luego pasa a una serie de relatos únicos; muchos de los cuales trascienden las épocas. Por ejemplo, la imposibilidad de conseguir un refrigerio adecuado cuando se tiene poco tiempo para viajar en “Refrigerio para el viajero”: “Por increíble que resulte, el camarero es muy frío con usted. Formúlelo como le parezca, quítele el hierro que desee, pero no puede negarse que es frío con usted. No se alegra de verlo,  no lo quiere allí, y preferiría por encima de todo que no hubiese ido. A su sofoco, él opone imperturbabilidad. Por si no fuera suficiente, otro camarero, nacido expresamente, según parece, para observarlo en este tramo de su vida, permanece inmóvil a cierta distancia, con la servilleta bajo el brazo y las manos cruzadas sin quitarle ojo de encima”.
“Viajar al extranjero” es una de las historias que mas me gustó no solo por el recorrido que pincela tanto la ciudad como el campo en Europa sino por su delicioso final. Sobre el camino a Paris dice: “Pernocté una noche en el camino y disfruté de los deliciosos guisos de patatas y algunos otros platos sabrosos, que si hubieran sido adoptados en mi país, habrían estado, de un modo u otro, ineluctablemente abocados al desastre por obra de esa dudosa bendición nacional que es el granjero británico…”
Muchos de los relatos pasarán por sus lugares de la infancia, por la suerte social de las cárceles, los manicomios, las personas como los mormones que viajan a nuevas tierras. Todos con una riqueza de análisis y detalles admirable. Pero sin duda, aquel relato que se quedó conmigo por sobre todo es “Paseos Nocturnos”, podría traer mil citas de él, pero los invito a recorrer la narración sobre las mascotas y la mirada que expone sobre la posesión, poder, ser dueño de…
Como ya me he extendido demasiado y como puedo escribir sobre cada hoja del libro algo bueno, prefiero simplemente recomendar esta lectura en un año especial que recuerda los 200 años de su nacimiento  y como una invitación a recorrer diferentes lugares y épocas, mas no sea con la imaginación.

El viajero sin propósito, Gadir, Madrid, 2010

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