domingo, 1 de marzo de 2009

EL ORDEN DEL DISCURSO – Michel Foucault

La producción de Focault es innumerable: libros, discursos, seminarios, entrevistas, notas, etc. He leído mucho y muy variado de él (Sin contar La Historia de la Locura en la Época Clásica que empecé hace unos años y todavía no termino) ya que de alguna forma es un autor que tiene mucho que ver con la formación académica de los comunicadores / comunicólogos y demás variantes de nuestra profesión. El Orden del Discurso es un libro chiquito, no excede de 70 suculentas páginas y nace de la lección inaugural que dio nuestro autor en el Collège de France en el año 1970, momento en que sustituyó a Jean Hyppolite http://es.wikipedia.org/wiki/Jean_Hyppolite en la cátedra de historia de los sistemas de pensamiento. La primera conclusión es que cuando la gente sabe y piensa mucho puede hacer de una lección un libro… ¿quién no quisiera lograr eso?
En esta presentación Foucault expone su plan de estudio y esboza una hipótesis acerca de cómo funciona el discurso en la sociedad, a la vez que devela alguno de sus mecanismos. De alguna manera, Foucault se encuentra aquí con la noción de poder, tan ausente en trabajos anteriores; las formas del discurso tienen límites y esos límites son impuestos por las sociedades. Parece subyacer en su pensamiento un momento fundante del discurso, es decir, no todo lo dicho me precede, en la medida en que lo pasible de ser dicho es determinado por cada momento histórico. Como él lo explica, hay un deseo de no entrar en el orden azaroso del discurso, deseo de tener en el discurso un elemento pasible y transparente para lo cual aparece la institución que nos transmite la idea de que el discurso está en el orden de las leyes.
Pero volvamos a la hipótesis central: para Foucault en cada sociedad la producción de discurso está “controlada, seleccionada y redistribuida”(2005:14) por determinados procedimientos que permiten reducir el acontecimiento aleatorio. Y señala tres procedimientos de exclusión que forman una red que se modifica y adapta constantemente: lo prohibido, lo separado/rechazado, lo verdadero/falso, a lo que agrega una serie de procedimientos internos como lo dicho o el comentario. No quisiera ponerme aquí a explicitar el funcionamiento de cada uno de estos sistemas porque perdería gracia leer el libro, pero sí me interesa rescatar que de solo pensar estas tres operaciones podemos comprender y analizar ciertas opacidades del discurso de la política, de la locura o de las ciencias mismas. Para aprehender esto hay que tener en claro qué entiende Foucault por discurso: “… no es simplemente aquello que traduce las luchas o los sistemas de dominación, sino aquello por lo que, y por medio de lo cual se lucha, aquel poder del que quiere uno adueñarse” (2005:15) Todo aquel que quiera poder o que quiera mantener el poder pretenderá adueñarse del discurso; ser la única voz transmitida y escuchada, creará su propia cosmovisión con pretensión de verdad tratando de anular/esconder/separar cualquiera otra mirada. En este delicado equilibrio es que se debe saber adaptar “la malla” de contención para incorporar al discurso del poder incluso miradas opositoras resignificadas (aquí me permito una pequeña digresión hacía un autor muy diferente pero que ayuda a entender el poder de la palabra y su funcionamiento en el discurso político que es Ernesto Laclau http://es.wikipedia.org/wiki/Ernesto_Laclau , ya dedicaré entradas a sus libros)
¿Para qué nos sirve todo lo anterior? Para andar por la vida un poco más cautos sería la primera conjetura. Si puedo entender que cuando miro un debate sobre temas como la escuela, los hospitales o la situación del campo que tan de moda está en Argentina, existe en cada argumento una pretensión de verdad que trata de dar por falsa la postura del otro, que ambos discursos tratan de anularse como sistemas excluyentes, que estos discursos no son transparentes sino que tienen trasfondos que no conocemos, entonces podremos tener un poco más claro dónde estamos parados para
tratar de ver ambas miradas y sacar alguna conclusión más válida que el solo hecho de estar de un bando u otro. Este es un ejemplo muy cotidiano pero creo que el peso de la palabra comienza por aquí y no por los grandes sistemas filosóficos. Entender el poder del discurso es brindarnos una herramienta poderosa para encarar nuestras vidas y por tanto nuestras sociedades.

“Es necesario concebir el discurso como una violencia que se ejerce sobre las cosas, en todo caso como una práctica que les imponemos; es en esta práctica donde los acontecimientos del discurso encuentran el principio de su regularidad” (2005:53)

Michel Foucault “El orden del discurso”
Tusquets Editores, Argentina, 2005
(Traducción de Alberto González Troyano, 1973)

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